¿Quizás las emociones sean realmente buenas para el trading?

emociones y trading

En los últimos 20 años, los avances en la tecnología de imágenes cerebrales y otros métodos de análisis de la actividad neurológica han producido avances significativos que nos permiten comprender mejor el complejo funcionamiento y la biología del cerebro humano. Esta disciplina, la neurociencia, está estrechamente relacionada con la neuroeconomía, que en la última década ha combinado el conocimiento del cerebro con la biología, la fisiología, las finanzas del comportamiento y la teoría económica para mejorar la comprensión de la toma de decisiones en entornos de mercado competitivos y de riesgo-beneficio.

Para Colin Camerer, catedrático de economía del comportamiento y finanzas del Instituto Tecnológico de California, la neuroeconomía consiste en abrir la "caja negra" del cerebro para fundamentar la teoría económica y, potencialmente, comprender mejor para mitigar comportamientos de riesgo como los de los traders deshonestos. Denise Shull, presidenta y fundadora de ReThink Group, una empresa con sede en Nueva York que asesora a comerciantes profesionales, lo define como el estudio de "lo que ocurre en el cerebro cuando nos enfrentamos al riesgo y otras decisiones tomadas en condiciones de incertidumbre".

Al utilizar imágenes cerebrales, la neuroeconomía también mide el ritmo cardíaco, la presión arterial y las expresiones faciales para evaluar las respuestas fisiológicas. También utiliza pruebas y experimentos lúdicos para estudiar la toma de decisiones, sacar conclusiones sobre el funcionamiento del cerebro y desarrollar modelos predictivos del comportamiento humano. Estos esfuerzos pretenden avanzar y enriquecer nuestro pensamiento sobre la teoría económica, las decisiones financieras o las decisiones de política pública.

La ciencia ha progresado a la par que los recientes estudios sobre burbujas y crisis y sobre cómo la toma de decisiones y la asunción de riesgos, a nivel micro y macro, contribuyen a estos acontecimientos. Andrew Lo, profesor de finanzas y director del Laboratorio de Ingeniería Financiera de la Sloan School of Management del MIT, se ha centrado en este ámbito de estudio. En colaboración con Dmitry Repin, de la Universidad de Boston, Lo realizó pruebas neurocientíficas con traders profesionales, examinando cómo la compleja interacción entre el pensamiento racional, las emociones y el estrés puede afectar a la asunción de riesgos y a la rentabilidad de las inversiones. En su artículo de 2011 "Fear, Greed and Financial Crises: A Cognitive Neurosciences Perspective" (Miedo, codicia y crisis financieras: una perspectiva de las neurociencias cognitivas) "al estudiar los fundamentos neurocientíficos de la cognición y el comportamiento, podemos identificar las claves de las crisis financieras y mejorar nuestros modelos y métodos para afrontarlas."

Y ojo, porque esto no se limita a los mercados financieros, sino que va más allá: el presidente Obama invirtió el año pasado 100 millones de dólares en el proyecto BRAIN (Brain Research through Advancing Innovative Neurotechnologies), para crear un mapa del cerebro.

Fotos del cerebro

La Resonancia Magnética Funcional (fMRI) es la herramienta fundamental que ha dado un gran impulso a la neurociencia en las dos últimas décadas, permitiendo obtener más información sobre los experimentos que se realizan.

Con la IRMf, los científicos pueden escanear cerebros "en acción" de forma segura y no invasiva. Son capaces de obtener datos empíricos sobre las partes específicas del cerebro que están activas durante una actividad determinada. Aunque todavía queda mucho camino por recorrer en cuanto a calidad y precisión de las imágenes, esta tecnología ha producido algunas imágenes y resultados científicos sorprendentes.

El caso de Coates es llamativo: actualmente trabaja como investigador en la Universidad de Cambridge, pero es un antiguo trader de derivados en Goldman Sachs y Deutsche Bank, por lo que conoce bien ambos mundos. Según Coates, la forma de evaluar el riesgo ha cambiado en los últimos veinte años. Por ejemplo, en los años 90, "el jefe de la mesa de trading te preguntaba cuál era tu posición y cómo te sentías al respecto, para poder decidir si un trader podía manejar una determinada posición". Pero con el tiempo, señala Coates, "ese enfoque fue sustituido por indicadores estadísticos y gestores de riesgo que realizaban pruebas de resistencia y evaluaban instantáneamente los niveles de riesgo".

Sin embargo, esta evolución no ha permitido detectar los "cambios ocultos" -esos momentos que Coates llama "el tiempo entre el perro y el lobo"- en los que las personas se vuelven muy arriesgadas o muy reacias al riesgo de lo normal. Según Coates, los métodos basados en la estadística, que no tienen en cuenta la biología ni la neurociencia, no son capaces de captar los cambios en el comportamiento de los comerciantes.

En cualquier caso, lo que destaca el libro de Coates es que la neurociencia y la fisiología han demostrado que la toma de decisiones financieras no es una actividad puramente cognitiva, sino que también intervienen componentes físicos. Los seres humanos no procesamos la información de forma desapasionada, no somos ordenadores; más bien reaccionamos físicamente a la información, nuestros cuerpos y cerebros sintonizan.

La investigación también muestra que gran parte del pensamiento se realiza normalmente de forma automática e involuntaria, en contraste con el pensamiento controlado, que es voluntario, consciente y abierto a la introspección. El propio Daniel Kahneman, psicólogo que ganó el Premio Nobel de Economía en 2002, se refirió a estos modos en 2011 en el título de su libro Thinking Fast and Slow, es decir, lo que algunos autores describen como decisiones frías y calientes.

Las decisiones en caliente incluyen corazonadas, instintos o sensaciones viscerales, que son una forma de que el cuerpo registre la información crítica que ha recibido. Apenas afectan a la conciencia, pero son esenciales para la elección racional. Algunos científicos cuestionan la fiabilidad de la intuición, pero los expertos en neurociencia consideran que la intuición es una forma de reconocimiento de patrones que puede ayudar a los operadores a identificar patrones en mercados complejos y crear algoritmos para explotarlos. Según Coates, "el sentido común de un operador ganador puede deberse en parte a su capacidad para generar señales corporales y escucharlas".

Coates también profundizó en el impacto de las hormonas naturales en los agentes económicos y los mercados, y en particular en el "efecto ganador" en los comerciantes masculinos. La evaluación biológica de grupos de comerciantes de la City le llevó a la conclusión de que la testosterona y el cortisol son mensajeros químicos que señalan los riesgos y las recompensas económicas.

Según Coates, los niveles moderados de testosterona preparan a los operadores masculinos para asumir riesgos moderados, pero los niveles más altos aparecen cuando los operadores realizan operaciones ganadoras y siguen ganando. El desequilibrio hormonal resultante puede conducir a una excesiva asunción de riesgos (es decir, el efecto ganador). Además, Coates señala que, durante los mercados alcistas, es probable que la testosterona aumente, lo que lleva a un aumento total de los niveles de riesgo y, por tanto, a una carrera alcista exagerada. Por el contrario, el cortisol, una hormona asociada al estrés y la ansiedad, puede aumentar durante una caída de la bolsa, por lo que los operadores se vuelven irracionalmente reacios al riesgo. Por último, Coates lleva su teoría al extremo: "los episodios de exuberancia irracional y pesimismo que desestabilizan los mercados financieros pueden estar causados simplemente por las hormonas".

Pruebas del componente emocional

Otra perspectiva es la de Denise Shull, del Grupo ReThink. Este experto en psicología del trader y veterano operador de futuros dice que mucho de lo que sabemos y nos han enseñado sobre el pensamiento racional frente al emocional es erróneo. La neurociencia ha demostrado que percibimos, juzgamos y decidimos de un modo completamente opuesto al propuesto por las teorías dominantes en psicología y economía, en las que se destacan las ventajas del pensamiento racional.

Shull cita un estudio realizado en 1992 por Antonio Damasio y Antoine Bechara, profesores de neurología y neurociencia cognitiva de la Facultad de Medicina de la Universidad de Iowa y creadores del Iowa Gambling Task, un simulador que intenta representar el proceso de toma de decisiones en la vida real. En este estudio, los pacientes que participaron presentaban daños en el córtex orbitofrontal del cerebro, lo que se confirmó mediante IRMf. Al estudiar a los pacientes, descubrieron que esta zona forma parte de un sistema neuronal más amplio que interviene en la toma de decisiones. Aunque estos pacientes conservaron sus capacidades cognitivas a pesar del daño cerebral, también mostraron una dramática pérdida de sentimientos emocionales, habiendo comenzado a tomar decisiones destructivas y erróneas sobre sus vidas.

Un paciente, por ejemplo, había perdido todo el sentido de la proporción, pasando horas obsesionado con detalles triviales e ignorando cuestiones más importantes. Estos datos llevaron a la conclusión de que las emociones o los sentimientos son parte integrante de los mecanismos de la razón. Otro estudio interesante citado por Shull es el realizado en 2007 por Myeong-Gu Seo, de la Escuela de Negocios Robert Smith de la Universidad de Maryland, y Lisa Feldman Barrett, de la Universidad Northeastern, sobre el impacto de las emociones en el proceso de decisión de compra de acciones. Seleccionaron a 101 inversores para que registraran sus sentimientos al tomar decisiones de inversión cada día durante 20 días hábiles consecutivos.

Seo y Barrett descubrieron que las personas que tenían sentimientos más fuertes durante el comercio tomaban mejores decisiones y ganaban más dinero, ¡exactamente lo contrario de lo que cabría esperar! El punto del estudio es que la prescripción común de "ignorar tus emociones" parece ser errónea para la regulación efectiva de los sentimientos y su influencia en la toma de decisiones. Más bien parece ser lo contrario: las personas que son más capaces de identificar y distinguir sus sentimientos pueden controlar mejor los sesgos inducidos por esos sentimientos y, en consecuencia, lograr mejores resultados empresariales.

Así, según Shull, "en la gestión de riesgos, lo que tratamos de hacer es extraer la emoción y construir un modelo matemático, pero la investigación neurocientífica demuestra que esto nos lleva en la dirección equivocada. Además, en su artículo "The Art of Algorithmic Warfare", Shull afirma que "tras la mayor parte del debate no científico sobre los sentimientos y las emociones, se asume que un sentimiento o una emoción se convierten automáticamente en una acción. Esto simplemente no es cierto... En su forma más pura, los sentimientos y las emociones están diseñados para darnos información. Sin darse cuenta, Wall Street añade información emocional a los informes analíticos".

El factor biológico

Otro autor que tiene mucho que decir en este ámbito es Peter Bossaerts, del Laboratorio de Finanzas Experimentales de Caltech. Bossaerts ha aplicado métodos neurocientíficos a toda una serie de temas relacionados con el riesgo, como la forma en que los individuos procesan el riesgo en una situación determinada y cometen errores relacionados con el riesgo.

En las pruebas realizadas por Kerstin Preuschoff, investigadora del Laboratorio de Neurociencia Computacional de la École Polytechnique Fédérale de Lausanne, y Steven Quartz, profesor de filosofía e investigador de neurociencia en Caltech, se pidió a los sujetos del estudio que jugaran a las cartas mientras se observaban mediante fMRI las zonas del cerebro que se activaban durante la gestión del riesgo. Los datos sugieren que la sección anterior de la ínsula del cerebro, considerada la sede de los sentimientos y la conciencia emocional, transmite esta información de forma bastante precisa, sobre todo en forma de señales matemáticas.

Para Bossaerts, esto significa que la capacidad de procesar el riesgo está codificada en el cerebro en forma de algoritmo, similar a un modelo matemático que tanto gusta a los cuants. Bossaerts también llegó a la conclusión de que, aunque una persona reciba nueva información, el "algoritmo de procesamiento" del cerebro para el riesgo permanece constante.

En otras palabras, Bossaert afirma haber descubierto medidas matemáticas en un área del cerebro esencialmente emocional, de modo que el procesamiento emocional en los seres humanos no es algo que se haga de forma bruta, sino algo que se reporta de forma razonada".

Conclusión

Está claro que la aplicación de la neurociencia al trading abre todo un nuevo campo de investigación que explorar. Aunque la aplicabilidad de los hallazgos neurocientíficos al trading está aún en pañales, no es descartable que en el futuro podamos reprogramarnos para operar o actuar de una determinada manera para evitar que nuestro estrés afecte a nuestro rendimiento, o incluso tomar fármacos que alteren la producción de determinadas hormonas para controlar los desequilibrios de nuestro carácter que afectan al trading.

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